ESCENAS DE NORTEAMERICANOS NATIVOS
Fotografía de Edward S. Curtis

Esta obra monumental contiene retratos, paisajes y escenas diversas de más de 70 tribus, cuyas tierras abarcaron en otros tiempos hasta dos tercios de los actuales Estados Unidos y Canadá.

Curtis se sintió atraído por la fotografía desde la juventud y llegó a tener su propio estudio fotográfico en Seattle, Washington. En calidad de fotógrafo de la Expedición Harriman a Alaska en 1899, Curtis conoció al experto indigenista
George Bird Grinnell, quien lo invitó a fotografiar al pueblo autóctono Blackfeet en Montana. Ese encargo inspiró a Curtis para documentar también a las demás tribus indígenas de Estados Unidos.

Curtis dijo que quería registrar la historia, las mitologías, los ritos religiosos y las costumbres ancestrales de aquellas tribus, antes que “se perdieran para  siempre”. Sin embargo, a principios del siglo XX ya habían desaparecido muchos aspectos de la cultura norteamericana nativa, denigrada por los científicos, incriminada por los misioneros religiosos, proscrita por medio de decretos del gobierno o descartada en aras de una forma de vida más moderna. Si bien es cierto que Curtis era un fotógrafo excepcional, no era un etnógrafo profesional. Por eso, en su apasionado afán de registrar las cosas de antaño, a menudo les pagaba a los indígenas para que repitieran sus ceremonias, o bien, manipulaba las imágenes impresas para obtener los resultados que deseaba.

Artificiosas o no, las imágenes de The North American Indian nos dejan un recuerdo inolvidable. En esas imágenes, que van desde los Hopis y los Apaches del Suroeste hasta los Inuits de Alaska, se ha captado la dignidad, la belleza y la fuerza de aquellos personajes.

Es posible que los métodos de Curtis sean tema de controversia, pero con su obra ha hecho una aportación extraordinaria al registro general de la familia humana.